Accede a la Comunidad Exclusiva de WhatsApp
Sister Hong - Hombres corrompiendo a hombres y mujeres, el ciclo que nunca termina.
No es sólo un escándalo mundial. El caso de Sister Hong revela la realidad que muchos critican pero en secreto viven y alimentan. Es un reflejo claro de la corrupción y la falta de moral que atraviesan nuestra sociedad, donde la lujuria descontrolada y la hipocresía van de la mano.
Raisa Reys
7/24/2025


Cada vez que escucho hablar de esos grupos en la llamada manosfera o en las comunidades Redpill, siento una mezcla de tristeza y decepción profunda. Porque, a simple vista, pareciera que buscan algo valioso: la reconstrucción de la hombría, el liderazgo verdadero, el respeto por la mujer y la recuperación de valores tradicionales. Pero si te adentras en lo más profundo de esos círculos, lo que encuentras no es esa nobleza, sino una corrupción moral que duele reconocer.
No hay nada más lamentable que ver cómo hombres que dicen defender la familia tradicional y reclamar la “pureza” y la “virtud” en las mujeres, terminan hundidos en las prácticas más bajas y depravadas. Hablan de mujeres “de verdad” de “antes”, como si ellas fueran las culpables de la decadencia social, mientras ellos mismos acuden a los rincones más oscuros del deseo humano. Lo que vemos es una mezcla de rabia, frustración y falta de verdadero autoconocimiento.
Un ejemplo que lo ilustra con claridad es el caso de Sister Hong, un hombre que se hacía pasar por mujer en redes sociales. Con esa identidad falsa, manipulaba a miles de seguidores, seducía y ejercía depravación bajo la máscara de una supuesta feminidad. Este episodio es solo la punta del iceberg. Refleja la confusión, la mentira y la falta de honestidad que se esconden tras muchas de esas voces que se presentan como los paladines de la “verdadera masculinidad”.
Estos hombres no solo viven una doble moral, sino que alimentan una corrupción espiritual y ética. Hablan de recuperar el orden familiar, pero en sus prácticas cotidianas no hay compromiso, ni respeto, ni responsabilidad. En secreto, participan en relaciones abiertas, la lujuria sin límites, la manipulación emocional y el acceso indiscriminado al cuerpo femenino, como si fuera un premio o una concesión especial. Aplauden la promiscuidad masculina y condenan la libertad femenina, olvidando que el verdadero respeto nace de la integridad mutua y no del control.
La realidad es que, detrás de esas fachadas de “machos alfa” y “guerreros”, muchos están rotos, perdidos y buscando una salida en la hipersexualización y en fantasías que solo los alejan de la verdadera fortaleza. El consumo excesivo de pornografía, el acceso a prostitución de lujo, las relaciones con transexuales hipersexualizados y la exaltación pública de esas prácticas son una muestra clara de esa decadencia.
Y aunque ellos critiquen ferozmente la falta de familia tradicional y la “hipersexualización” que achacan a las mujeres y la sociedad moderna, en secreto están exactamente en el mismo barco que tanto critican. No están construyendo nada duradero, solo reforzando sus propias adicciones y miedos disfrazados de poder.
Porque al final, sabemos dos cosas que no podemos ignorar:
Las mentiras tienen las patas muy cortas, y las putas las calla el dinero bien pagado.
Es un dicho duro, pero real. Muchos de estos hombres pueden montar discursos impecables, pero su vida privada los desmiente. El dinero, el acceso y el poder temporal les permiten silenciar verdades incómodas, pero eso no significa que desaparezcan.
Lo que necesitamos es verdadera hombría, no el que venden en esas comunidades. Hombría que se basa en la integridad, el respeto, el compromiso y la responsabilidad. Hombría que levanta, que construye, que protege, que ama, que admira, no que destruye ni que degrada.
Es momento de dejar de caer en estas trampas, de mirar con honestidad y valentía lo que realmente significa ser hombre y vivir en coherencia. Porque la verdadera fortaleza no está en la lujuria ni en la manipulación, sino en la capacidad de ser auténtico, de respetar y de comprometerse con uno mismo y con los demás, sin caer en los impulsos y depravaciones más viles.
Mira, voy a desenvolverme un poco más y hablarte como si fuera una amiga virtual. Allá voy.
Creo que una de las grandes razones por las que hoy en día vemos tanta polarización entre mujeres y tanta confusión, es porque falta un liderazgo masculino real y sano. No hablo del típico “macho alfa” superficial, sino de hombres que sean responsables, firmes, que sepan lo que significa comprometerse y proteger de verdad.
Lo que pasa es que, en muchos casos, lo que hay ahora son hombres atrapados en la búsqueda del placer fácil, en la lujuria descontrolada y en una vida sin responsabilidades. Es como si les hubieran regalado la libertad de acceder a las mujeres sin tener que dar nada a cambio, sin tener que comprometerse realmente. Y claro, eso les conviene, porque así pueden vivir a su antojo.
Pero ese “regalo” para ellos termina siendo una carga enorme para nosotras. Nos toca cargar con cosas que no deberíamos, como controlar todo, tomar la iniciativa, resolver problemas, porque ellos no están presentes como deberían. Eso desgasta, nos desconecta de nuestra esencia femenina y nos pone en una posición que no nos corresponde. Siempre a la defensiva.
Entonces muchas terminamos divididas: unas se vuelven duras, autosuficientes y casi masculinas para no depender de nadie; otras se vuelven dependientes, esperando amor y compromiso donde no hay nada real, y ambas opciones no son buenas ni satisfactorias.
Y todo esto pasa mientras la modestia y los valores tradicionales se van perdiendo, y la cultura nos empuja a una hipersexualización constante. Incluso cuando hay mujeres que deciden vestirse con recato o cuidar su imagen con respeto, las ridiculizan, las llaman “mojigatas” o “arcaicas”. Es una falta de respeto tremenda, pero también una señal clara de lo desequilibrado que está todo.
La verdad es que la decadencia femenina que vemos no es culpa nuestra, sino consecuencia directa de la ausencia de hombres que realmente sepan liderar con integridad, amar, tener esa palabra de honor y compromiso. Y mientras esos hombres no aparezcan, vamos a seguir viendo más confusión, polarización y heridas entre nosotras.
Por eso, más que buscar culpas, creo que tenemos que ser conscientes de lo que está pasando, poner límites claros, mantenernos firmes en lo que somos y qué queremos, y esperar —y exigir— ese tipo de masculinidad que de verdad construya, que no esté basada en el ego ni en la lujuria descontrolada.
Al final, la ausencia de ese liderazgo masculino auténtico no solo afecta a los hombres, sino que nos afecta a todas. Por eso necesitamos un cambio profundo, que nos permita a hombres y mujeres restaurarnos y reeducarnos de nuevo, para la siguiente generación.
No podemos seguir así.
¿Queréis mantener a salvo la sociedad? Pues no es nuestro trabajo hacerlo a nosotras solas. Llevamos siglos cargando con esa responsabilidad y por eso nació el feminismo: porque ustedes, los hombres, nos abandonaron.
Es hora de que empiecen a denunciar a esos hombres tóxicos, corruptos, depravados, a humillarlos, a ridiculizarlos, a perseguirlos. A aleccionarlos, a ponerlos en su lugar.
No se trata de odiar a los hombres en general, sino de exigir que se hagan responsables y que saquen de sus filas a los que destruyen familias, sociedades y vidas con su falta de ética y respeto.
Porque mientras esos hombres sigan impunes, mientras sigan destruyendo desde dentro, ninguna sociedad estará a salvo. El cambio tiene que venir de ustedes, desde adentro, o seguiremos estancadas en esta decadencia.
Y eso es todo lo que tengo que decir, hasta pronto. Te veo en el próximo blog.
Raisa Reys.