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¿Empoderadas sexualmente? - Entre la falsa libertad y la celebración de la degradación.
Se aplaude a las mujeres que se muestran, que se exhiben, que monetizan su imagen, mientras las que eligen la modestia son ridiculizadas...
Raisa Reys
7/23/2025


Vivimos en una generación donde la palabra "libertad" se ha vaciado de contenido. Donde se confunde lo auténtico con lo vulgar, lo valiente con lo provocador, y lo progresista con lo degradante. La opresión femenina no ha desaparecido. Solo ha cambiado de forma, de rostro y de discurso.
Durante siglos, la mujer fue efectivamente oprimida por sistemas patriarcales que le negaban la voz, el voto, la herencia, el conocimiento. Se le trató como un ser inferior, cuyo valor estaba condicionado a su obediencia o fertilidad. Pero lo que parecía una evolución hacia la libertad, ha desembocado en una nueva forma de esclavitud: la hipersexualización sistemática de la mujer, vendida como “empoderamiento”.
Hoy, las cadenas no son visibles. Son ideológicas, emocionales y profundamente normalizadas.
LA MUJER SIGUE SIENDO UN PRODUCTO.
Antes de que te encolarices con el título. Por favor, observa y mira detenidamente el mundo en el que vivimos.
Vivimos en una cultura que ha convertido el cuerpo femenino en moneda de cambio. Publicidad, series, redes sociales, música, moda: todo gira en torno al deseo masculino disfrazado de libertad femenina. La mujer “libre” actual es aquella que muestra su cuerpo, que baila semidesnuda en una pantalla, que capitaliza su belleza mientras pueda, y que aprende a no necesitar afecto sino validación inmediata.
Se aplaude a las mujeres que se muestran, que se exhiben, que monetizan su imagen, pero se ridiculiza a las que protegen su intimidad, su cuerpo, su valor. Esta es la gran paradoja: la cultura que dice luchar contra la cosificación femenina, la ha institucionalizado.
Y lo más grave: lo ha hecho con el consentimiento emocional de millones de mujeres que han sido entrenadas para creer que mostrarse, exponerse y explotarse es sinónimo de poder. Incluso te dirán, ya que el sistema es patriarcal y machista, pues me sumo a él convirtiendo el enemigo en mi amigo. Monetizando la depravación de los hombres.
Y esto es un grave error. Del que hablaré mas adelante de estos estragos y el impacto de pensar y actuar así.
LA MODESTIA: DE VIRTUD A MOTIVO DE BURLA
La modestia, antaño celebrada como una virtud, hoy es tratada como una anomalía. No hablamos solo de la modestia islámica, sino de cualquier forma de recato o reserva femenina que no responda a las lógicas del exhibicionismo moderno.
Una mujer occidental que decide vestirse con discreción, cuidar su lenguaje, mantener su sexualidad fuera del mercado público, o simplemente vivir en coherencia con principios tradicionales, es ridiculizada abiertamente. Humillada. Insultada.
Se le llama “mojigata”, “puritana”, “reprimida”, “antifeminista”. En España, incluso se le tilda de “cayetana” como forma de burla clasista y despreciativa. En redes sociales, basta que una mujer diga que quiere un esposo, una familia o un matrimonio de valores para que se le lancen encima con ironía, odio o condescendencia.
¿Qué clase de sociedad veja y vapulea a quién elige el pudor y celebra a quién se autodegrada?
¿Por qué es más “liberada” una mujer semidesnuda que baila por likes, que otra que protege su cuerpo y su dignidad con firmeza?
La respuesta es simple: porque la modestia femenina no genera beneficios para el sistema. No vende productos, no genera clics, no entretiene. La mujer virtuosa es silenciosa, selectiva, firme. Y eso molesta. Eso incomoda. Eso no se puede explotar.
Y no sólo eso, la modestia incomoda al los mirones, porque quieren ver como eres, pero cuando controlas óomo te ven y quiénes te ven, te das cuenta del verdadero poder que tienes sobre ti cuando le quitas la libertad a los demás de que tu puedas ser observada.
LA HIPOCRESÍA DEL FEMINISMO MODERNO
Una parte del feminismo actual se ha convertido en el mejor amigo del capitalismo sexual. Sí tal y como lo lees.
Van de la mano. El feminismo y el capitalismo sexual, son uña y carne. En lugar de proteger a la mujer, la expone aún más. Ya no se trata de que una mujer sea libre para elegir, sino de que elija lo que el sistema le impone como “moderno”: mostrar, competir, conquistar, usar y descartar.
No hay nada más contradictorio que el feminismo que dice a las mujeres que pueden ir desnudas porque “los hombres deben controlarse”, cuando en realidad esta narrativa ha sido el mayor premio para el hombre promedio: acceso visual, físico y constante al cuerpo femenino sin tener que ofrecer amor, compromiso ni responsabilidad a cambio.
Lo que se vendió como liberación para la mujer, fue en realidad una victoria silenciosa para los hombres que no quieren dar nada y lo reciben todo.
Y el mensaje es claro: si no sigues este guión, estás fuera. Si eliges la modestia, te juzgarán. Si eliges el matrimonio, te verán como débil y dependiente. Si hablas de valores o de fe, serás marginada. Este no es el resultado de una evolución. Es el síntoma de una sociedad profundamente enferma, que ha perdido el norte y ha convertido la degradación en un ejemplo a seguir.
LA NUEVA OPRESIÓN: APROBAR LA AUTODESTRUCCIÓN
Lo más grave no es solo la exposición del cuerpo femenino. Es la normalización del dolor emocional que viene con ello. Millones de mujeres hoy se sienten vacías, comparadas, utilizadas, desechadas. Sufren en silencio los efectos de relaciones superficiales, vínculos sin compromiso, ansiedad por apariencia, y la constante sensación de no ser suficientes.
Pero como todo esto ocurre bajo el lema de la “libertad”, no se puede cuestionar sin que te llamen machista, pick me, sometida o peor aún: enferma mental.
¿Desde cuándo el progreso se mide en cuánta piel mostramos o cuánto placer inmediato consumimos?
¿Desde cuándo la liberación de la mujer significa su entrega a un sistema que la reduce a entretenimiento, mercancía y herramienta de marketing?
LA MUJER QUE RESISTE
A pesar de esta presión cultural, hay mujeres que han decidido resistir. Mujeres que se han reencontrado con su valor más allá del cuerpo. Entre ellas estoy yo.
Fui de aquellas mujeres, que para hacerme notar, tenía que mostrar que era más deseable para los demás. Pero logré cambiar cuando desperté, cuando tomé el control de mí misma sin seguir ideologías, cuando elegí a quién mostrarme y controlar como me ven los demás.
Hay mujeres, como yo y seguramente si tú no eres una de ellas, pero estás leyendo este artículo, que han decidido construir con profundidad, no con likes. Que han abrazado la fe, la familia, la feminidad, no como cárcel, sino como elección consciente. Mujeres que no están dispuestas a vender su dignidad a la sociedad.
Y estas mujeres no son sumisas, ni ignorantes, ni débiles, ni dependientes. Son fuertes, sabias, firmes. Y, sobre todo, libres. Libres de verdad. Porque la verdadera libertad no se prueba en lo que puedes mostrar, sino en lo que decides guardar.
CONCLUSIÓN: VOLVER A LO ESENCIAL
Hemos confundido tanto las cosas que ahora llamamos “progreso” a lo que antes se consideraba decadencia. Hemos perdido el arte del recato, del respeto, de la profundidad. Y esa pérdida no ha traído más felicidad. Ha traído más ansiedad, más rupturas, más desconexión.
La mujer no necesita desnudarse para ser vista. No necesita hablar como un hombre para ser escuchada. No necesita competir, conquistar o exponerse para tener valor.
La mujer necesita recordar. Recordar su esencia. Recordar su valía. Recordar su poder silencioso. Recordar que la modestia no es debilidad. Es fuerza contenida. Es dignidad que no se negocia.
Y que la verdadera revolución no es sexual, sino espiritual. Y que ella podrá controlar el mundo, si controla como la ven los demás.
Espero que hayas disfrutado leyéndome, y que compartamos juntos estas reflexiones que nos inspiran a superarnos, reconstruir nuestra generación y el legado que dejaremos en la siguiente.
Con mucho amor, Raisa Reys.